Theodoros Katziouleris. El día que llegué a Atenas conocí a Theos, un hombre robusto, de 1.75 m de estatura, tez blanca, labios delgados y unos ojos verdes muy expresivos. Ese día por la noche, Sakis y Theos nos invitaron a Marinela y a mí a ir a una taberna, tomar cerveza y escuchar música. Ese fue mi primer encuentro con la música griega, claro que ya había escuchado Zorba el griego de Mikis Theodorakis, y Nunca en Domingo de Manos Hadjidakis, pero esto fue algo distinto. Los sonidos del bouzouki, guitarra y violín, se mezclaban en aquel lugar de escaleras de madera, olor a cigarro y cerveza, donde el tiempo fluía lento y cadencioso como aquella música con aire oriental. Al día siguiente Theos me invitó a salir. Acepté, y durante esos días acompañados por un diccionario griego inglés, inglés griego, anduvimos deambulando en la vida. Theos me llevó a Pireas, a la Colina de Likaveto, a Mati, a Plaka, a un Festival del vino y, a otros lugares donde se mezclaban los sabores de la rica c...
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